A continuación se presenta un ensayo sobre el artículo “Simbiosis
Hombre-Computadora”, escrito en 1960 por Joseph Carl Robnett Licklinder, quien fue un matemático,
informático, psicólogo, y pionero en el campo de la computación cuyo trabajo sentó
bases para la computación interactiva y redes de tiempo compartido durante la
década de los 60’s, así como la investigación en el campo de las ciencias
computacionales. Su visión guió el desarrollo de la ARPANet, el predecesor del
Internet que conocemos hoy día, y muchas otras ideas de redes informáticas.
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Hoy en día nos es más que comprensible
la idea de una cooperación entre el ser humano y las computadoras en la manera
que describe Licklinder en su artículo, enfocándose en un nivel intelectual
aplicado a la solución de problemas y la toma de decisiones. El término que
utiliza, y deja bien en claro que de modo intencional, es el de “Simbiosis”,
que podríamos definir como la asociación de diferentes organismos en un
beneficio mutuo, aunque su uso implica para describir una interdependencia casi
(por no decir total) obligada en dicha relación. En ese tiempo apenas se
empezaban a conceptualizar las primeras redes de comunicación entre
computadoras, y éstas últimas recién comenzarían a adquirir más funciones que
solo calcular ecuaciones matemáticas.
La idea que Licklinder concibe respecto al futuro de la computación es que estás igualarán y eventualmente superarán al cerebro humano en aspectos “mecánicos” del pensamiento, y entonces se puede entender una interacción en la que incluso el trabajo intelectual del hombre, algo único de él y quizás la principal característica que le diferencia de los animales, puede verse mejorada. Para describir esto, Licklinder usa como ejemplo su propia rutina de trabajo, en la que describe que la mayor parte de su tiempo se emplea en tareas como la búsqueda de información y la realización de cálculos y gráficas, más que sus análisis. De ahí que el hecho que su concepto de simbiosis es entendible debido a la profundidad con la que las computadoras están presentes en nuestra vida cotidiana solo hasta nuestra época debe darnos una idea de cuán acertadamente describió el futuro impacto de avances en la inteligencia artificial en áreas que aún hoy todavía son exclusivas del ser humano, a pesar de que estemos hablando de pocas décadas.
La idea que Licklinder concibe respecto al futuro de la computación es que estás igualarán y eventualmente superarán al cerebro humano en aspectos “mecánicos” del pensamiento, y entonces se puede entender una interacción en la que incluso el trabajo intelectual del hombre, algo único de él y quizás la principal característica que le diferencia de los animales, puede verse mejorada. Para describir esto, Licklinder usa como ejemplo su propia rutina de trabajo, en la que describe que la mayor parte de su tiempo se emplea en tareas como la búsqueda de información y la realización de cálculos y gráficas, más que sus análisis. De ahí que el hecho que su concepto de simbiosis es entendible debido a la profundidad con la que las computadoras están presentes en nuestra vida cotidiana solo hasta nuestra época debe darnos una idea de cuán acertadamente describió el futuro impacto de avances en la inteligencia artificial en áreas que aún hoy todavía son exclusivas del ser humano, a pesar de que estemos hablando de pocas décadas.
Licklinder hace también de forma implícita una distinción entre la máquina y la computadora. Para él, la maquina es meramente una extensión del hombre y sus sentidos, y los sistemas en que participan ambos no se pueden considerar como una simbiosis pues el ser humano es el único organismo como tal presente, y lo demás son solo herramientas. Para haber esa simbiosis, la computadora en cuestión debe ser capaz no solo de trabajar con fórmulas e instrucciones prediseñadas, sino que debe poder participar en los procesos de toma de decisiones y síntesis en tiempo real. De hecho realiza una comparación en la que define que la diferencia primordial entre una computadora y el hombre es que éste último es capaz más “flexible”, es decir, tiene capacidad de programarse y reprogramarse a sí mismo.
Los escenarios que le gusta mencionar a Licklinder son el de negocios y el campo de batalla, con la diferencia en qué tan efectivo y avanzado debe ser el programa computacional con el que se interactúe para evaluar posibilidades y otras variantes. Por ejemplo, en decisiones empresariales existe un amplio margen de tiempo debido a horarios, juntas programadas, y otros protocolos que permite posibilidades de interactuar con programas informáticos que no se podrían por ejemplo a la mitad de una batalla, en la que la toma de decisiones debe realizarse de manera oportuna y racionada.
Finalmente, a partir de la interacción entre un usuario y una computadora surge también la duda no solo de en qué manera se realizaría esta comunicación, sino también los costos y el tiempo de desarrollo que tomaría en consolidarse dicha forma. Para su tiempo, ya se había convenido en los lenguajes humanos de acento neutro, e incluso el reconocimiento de voz y articulación de respuestas mediante un programa que abarcara gran suma de palabras cotidianas y técnicas, algo que en nuestros días es evidente y utilizado.
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